En ésas ando. Quitándome capas que, a partir de hace unos meses, me di cuenta que sobraban. No son sólo capas blancas, también hay muchas partes viejas y prácticamente podridas. Capas que me amargan, me agrietan la vida y me impiden ser libre de mí misma.
Decidí dejar de picar la cebolla. En lugar de lastimarla, intento desenvolverla lentamente, sin prisas ni miedos. Es tiempo, siempre hay tiempo. 2 meses fueron suficientes para darme cuenta de que algo no está bien. Cuando todo es sueño, la mente comienza a distorsionar tu propia imagen. Se desgasta y devuelve la de una desconocida ojerosa, pesada, triste. No quiero estar triste, no lo estoy, o no sé. Quiero pelar la cebolla, dedicarme sólo a eso, a no correr, sólo a caminar a mi propio paso. Siempre hay tiempo. No hay más que decir. Bueno, en realidad hay mil cosas más, pero ahorita no quiero.